Llegada a Forks [Libre]

Era de noche y lo único que se oía era el sonido del viento romper en las ramas de los árboles. La luna brillaba en lo alto, dejando claro que el reinado de la oscuridad había vuelto durante un par de horas antes de que el principe Sol volviese a tomar su puesto en lo alto.
Una densa niebla recorría el bosque y junto a ella, mi cuerpo se movía sin ser detectado. Era lo bueno y divertido de tener aquel don.

A medida que avanzaba movido por el hambre, mi olfato podía deleitarse de distintos aromas procedentes de algún lugar repleto de humanos. No era adivino, pero de seguro se trataba de algún pueblo, pues la mezcla de los olores era demasiado intensa para que se tratase de cualquier campamento perdido por el bosque. Aunque me hubiese gustado que fuese así.
Me detuve unos segundos para observar el terreno en el que me encontraba. Cada vez me encontraba más cerca del pueblecito de humanos, el cual, arrasaría si nadie me lograba detener.
Coloqué mis manos en la cazadora y me la acomodé a la vez que movía mi cuello de un lado a otro, dejando oir como mis huesos chasqueaban debido a la fuerza que estaba ejerciendo en el movimiento.

- Buf, la edad me está matando - dije en alto hablando con nadie. Simplemente riéndome de mis propias tonterías.
Volví a dirigir la mirada a mi alrededor, esta vez colocando mi mano en la nuca.
- Hmm, vaya, parece ser que hay más hermanos por éstos lugares -contesté de nuevo en alto refiriéndome a los más seres de mi especie.
- Tendré que ser rápido -contesté riéndome socarrón mientras me ponía en marcha de nuevo, esta vez, sin ocultarme entre la niebla que aún seguía presente- No quiero que esos desgraciados me roben mi aperitivo - añadí finalmente en un tono melódico.

La abuela era igual e incluso, mas insoportable que mis padres. Me permitía abandonar mis costumbres árabes, pero intensificaba más la autoprotección. Ponía un tope de horario, me controlaba con el tipo de ropa que usaba, era insoportable! Hasta me obligaba a hacer las cosas de la casa, cuando nunca antes había tenido ayuda y se las había arreglado ella sola. Si no me ponía ordenes se las hacia, mas cuando su actitud superaba la de “soy una anciana y vives bajo mi techo”, hacia todo lo contrario.

Aquella noche los gritos y las órdenes eran insuperables. Miraba la ventana con una completa cara de Poker, notando como la señora mayor viajaba de punta a punta dentro de mi habitación, sermoneándome. Una semana! Una maldita semana en la que estaba en Forks y parecía un internado. Bufé, por decimocuarta vez, hasta que por fin cerró la puerta de un portazo. La casa tembló. Que horror!
Comencé a peinar mis cabellos, de un tono rojizo natural, con los dedos. Mi habitación estaba en el primer piso, no me seria muy difícil bajar y escaparme a hurtadillas. Abandoné mi lugar junto a la ventana para echar una ojeada al pasillo, escuchando la voz de mi abuela en su cuarto. Sonreí de lado; no seria la primera vez que cometía una inflación.

Apenas soplaba el viento. Podía soportar el clima. Traía puesto un pantalón de gimnasia largo, y una blusa escotada, también del mismo equipo haciendo juego. Até mi cabello en una coleta para que no me molestara tanto mientras caminaba.
Las calles estaban casi vacías, ni un alma las recorría en esta noche oscura. Así imaginaba al pueblo; aburrido. Me abracé a mí misma, tomando otro rumbo, porque la calle estaba cortada. Seguro algún que otro arreglo que mal no le venía al lugar. En tanto, me encontré con la entrada del bosque. Esto seria interesante…ruidos, animales, miedo…me llamaba la atención los lugares prohibidos.
Me abrí paso entre las ramas, las raíces sobresalientes del suelo húmedo, aferrándome de vez en cuando a los troncos. La bella luna iluminaba con su belleza el cielo estrellado, mas sus rayos no atravesaban al bosque en su totalidad. Por lo tanto, mi vista tenía que ser forzada para no tropezarme y terminar en el hospital en minutos.
Escuché un ruido a lo lejos, mientras caminaba. Me paré en seco. –¿Ahalan?*- Las palabras salieron inconcientemente de mi boca en mi idioma natal. Tragué saliva. –¿Quién anda ahí?- Quizás era un animal y me estaba haciendo demasiado problema.

*Ahalan = Hola

Mis pasos era firmes. Signo de que estaba proclamando aquella parte de terreno como mi propiedad. Y es que por cualquier sitio por el que pasase, me gustaba dejar rastro. Era como dar a entender que existía.

Mis brazos, a medida que iba avanzando por los caminos hacia el pueblo, los cuales eran cada vez más estrechos, iban arrollando las cortezas de los árboles, dejando pequeñas marcas de identidad.
Por el contrario, mis piernas se movían a una velocidad lenta, una velocidad que cualquier humano podría identificar como "normal". Y es que no tenía prisa aunque mi cuerpo pidiese a gritos saborear sangre.

Comenzaba a recolocarme la chaqueta de nuevo cuando mi olfato detectó un dulce aroma ahora cercano a la zona, y no, esta vez no era proveniente del pueblo, si no que provenía de un sitio mucho más cercano. Y si mi instinto no me fallaba, se acercaba a mí sin tener siquiera que mover un dedo.

Dejé escapar una media sonrisa llena de satisfacción debido a este pequeño deleite tan repentino y sin esperar más, aceleré mi paso, escuchando finalmente una voz femenina. Eso hizo que el deseo de encontrarme con la supuesta presa aumentase.

Finalmente, frené delante de ella, ocultándome ligeramente por entre la niebla que se levantaba para que ésta no notase mi presencia.
La observé detenidamente, analizandola de arriba abajo, y tras dar por confirmado que la chica realmente me atraía, dejé que la niebla me transportase hasta quedar detrás de ella.

- Eh, no deberías andar por aquí a éstas horas, ¿No crees? -pregunté intentando sonar lo más amable y calmado posible.

De momento a otro, el ruido que estaba escuchando, cesó. No por eso abandoné mis sentidos. Los dejé completamente alerta por cualquier cosa. No estaba familiarizada con el pueblo y podía aparecerse un animal enorme y comerme en menos de lo que canta un gallo. Sonreí. Ni yo me creía esas tonterías.
Lo que más me sorprendió de todo, fue la niebla que apareció de la nada, inundando mis alrededores como si fuera parte natural del aire. Rocé la misma con mi mano derecha, esparciéndola. Llegaba hasta mis hombros. No era normal, ¿o sí? Me aferré a un árbol para no tropezar ya que mi torpeza muchas veces superaba los límites. La sonrisa seguía presente en mi rostro, aunque esto me abrumaba un poco.

Cuando ya mis músculos se encontraban completamente relajados, familiarizándose con la niebla aparecida de golpe, una voz masculina a mis espaldas me hizo sobresaltar. Ni siquiera lo había escuchado! ¿Cómo llegó hasta mí? Giré mi cuerpo para observar al emisor. Enarqué una ceja por sus palabras. Su voz sonaba calmada, suave. –¿Hay alguna ley que me lo prohíba? ¿Por qué los hombres se empeñan en decir eso cuando ven a una joven merodeando en la noche?- me crucé de brazos, de manera interesante, clavando mis zafiros verdes en el chico.
Una rápida ojeada no le haría mal a nadie. Lucía…interesante. Si, esa era la palabra exacta para describirlo. Algo desalineado, cabello despeinado, buena contextura física. Un chico más, común y corriente como cualquier otro.

La luna se filtraba por donde tuviese lugar, iluminando nuestros rostros por partes. Tal como él me preguntaba a mí, me saltaba la intriga de porque un joven caminaba por el bosque en la noche. Quizás en este pueblo estaba de moda, o era nada más para despejarse como intentaba hacerlo yo. El pueblo en sí era aburrido; tranquilo al menos, para pensar, dar una vuelta. Siquiera el paisaje era tan perfecto como para andar sacando fotos del mismo.

Abrí mucho los ojos ante la contestación de ella, bastante impresionado por la actitud que había tomado, y sin pensarmelo ni un segundo, hice un movimiento de negación con la cabeza, haciéndome el sorprendido.

- ¡Woah!, ¡vaya carácter! -contesté algo más animado, dando un pequeño paso hacia atrás para dejar algo de espacio pero, claramente, sin apartar mi mirada de la de ella.

Me gustaba aquella actitud que la joven presentaba. Sí, se había asustado ante mi repentina entrada, pero eso no la había hecho echarse para atrás en su contestación. Era más, incluso sus palabras me sorprendieron pues no estaba acostumbrado a que las mujeres me contestasen con aquella energía y me mirasen con la fijeza con la que ella me miraba.
Me gustó. Esa chica realmente llamó mi atención. Y yo mismo sabía perfectamente que hacía con las presas que lograban aturdirme de aquella manera tan inusual.

- Lo siento, para la proxima me ahorraré esas palabras tan machistas y me dedicaré a no extrañarme al ver a una jovencita caminar por el bosque, sola y por la noche -añadí dejando ver una media sonrisa llena de diversión- Ya sabes, lo normal. Admito que yo suelo ver a muchas chicas de aproximadamente tu edad haciendo lo que tu haces. Sí, sí. Hmmm -volví a contestar, ironizando y sin apartar la mirada de sus ojos.

Aún sabiendo que el control que poseía sobre mí mismo era digno de admirar para muchos vampiros, un acto reflejo me hacía apretar mis dientes con fuerza para no lanzarme encima de la joven y exprimirla como si fuese una mandarina.
Era por ello que no me atrevía a sonreir por completo, despues de todo, lo más divertido de la caza era jugar con la presa.

- ¿Sabes?, yo estaba volviendo al pueblo. Salí a dar una vuelta, para despejarme, pero la niebla me lo está poniendo complicado - contesté de nuevo, esta vez dedicándole una mirada de arriba a abajo, observando cada detalle del cuerpo de la chica con una rapidez insana.
- Además... está empezando a enfriar - contesté de nuevo finalmente, levantando las cejas por unos momentos.

Sonreí de lado con algo de orgullo, no tan notorio porque no era una tonta egocéntrica que se llevaba toda la vida por delante. Tenía mi carácter, mis virtudes y también, defectos. Asumía todo, y a veces creía que era bastante complicada.
Retrocedió un paso, apartándose unos milímetros de mi cuerpo, dándome espacio personal por así decirlo. Sus palabras solo lograron que mantuviera mi sonrisa unos segundos mas, para luego relajarla y hacer de la misma una mas aliviada, tranquila, amable. No quería sacar a patadas al chico del lugar. No me molestaba su compañía; al fin y al cabo, no tenia pinta se ser grosero y ninguna palabra de ese tipo de escapó de sus labios. La que había respondido atacante, en forma de defensa, era yo.

Reí. Llevé mis manos a mi cintura, que anteriormente estaban cruzadas en mi torso. Le respondí con la misma diversión que podía notar en su voz. –Lo más probable es que la próxima vez te encuentres con una chica que quiera recibir aquella atención de tu parte, sea machista o no.- Sostenía la mirada que sus ojos me entregaban. Era difícil. Apenas que pestañeaba. Eso me agradaba más de la cuenta. Se podía notar que era diferente a los chicos que conocía con frecuencia.
Reí de nuevo, en voz baja y fina, con su comentario irónico. No lamentaba el haberme escapado de casa. –¿De verdad? Pues yo creía que las chicas de mi edad se dedicaban a leer libros románticos, soñar con príncipes, jugar a las muñecas y lugares como estos, les aterraban. Estaba equivocada entonces.- llevé uno de los dedos a mi boca, con expresión pensativa. Una gran actuación, que hasta me daba gracia a mí misma. Ironizaba con humor, no quería tomarle el pelo.

Desvié mis iris un momento para centrarme en nuestro contexto. La niebla seguía entre nosotros, siendo testigo del momento, como si quisiera devorarnos en un abrir y cerrar de ojos. Otra vez, estiré mi mano para juguetear con ella. El sentir aquella brisa inexistente en la palma de mi mano era una linda sensación.
Su voz nuevamente llegó hasta mis oídos, captando mi atención. Giré el rostro para verlo. Se me hacia imposible no quedar pasmada con sus ojos. Tenía algo que atraía. –Tienes razón. Ha aparecido de golpe. Extraño… Supongo que también tendré que volver al pueblo. Que corta fue mi salida…- Bufé apenas, restándole importancia cuando chasqueé la lengua y avancé dos pasos en su dirección. –Me agrada el frío; aunque se me ponga la piel de gallina. A ti no?- Comenté de la nada. A estas instancias por culpa de la brisa mi piel estaba como se lo había mencionado a él. Antes de llegar al bosque venia abrazándome a mí misma, proporcionándome algo de calor, mas cuando mis manos abandonaron mis delgados brazos, el clima atentó con todo.

En un principio, pensé que la joven temería aquella niebla que, en muchas ocasiones, me acompañaba. Pero cuando ví como su mano jugaba con ella, una mueca llena de impresión se apoderó de mi rostro por unos segundos para finalmente dar lugar a una ligera sonrisa.

- ¿El frío? -pregunté nada más escuchar su último comentario, olvidando la temática de la niebla pues al parecer ella se sentía "cómoda" en ella.
Me resultaba extraño, pues sabía perfectamente que, en otras ocasiones, las chicas se aterraban verse rodeadas de aquella espesa niebla que parecía desear ahogarnos a los dos.
- Posiblemente me guste el frío sí -aclaré a la vez que la veía ponerse en marcha, colocándome a su lado para caminar cercana a ella, interesado en saber más.
- A decir verdad... el calor es insoportable. Al igual que el sol. Ese astro cuando pega fuerte... te puede abrasar la piel - susurré intentando dar misterio a la conversación para, sin poderlo evitar, reirme divertido al final.

Me resultaba cómico el giro que habían tomado mis planes. En un principio tenía pensado simplemente tomar cierta confianza con ella, pero al parecer, mi mente escrupulosa e interesada deseaba conocer algo más a aquella joven antes de arrebatarle la vida. Porque estaba claro que iba a quitársela.

- Es por eso que me gusta Forks. Muchos días vengo y hago compañía a mis tios. Es lo que tiene tener un padre... muy ocupado -mentí dejando ver una mueca de cierta tristeza.

Mucho tiempo había estado mintiendo para poder ganarme la comida. Y es que, de las tantas mentiras que había espandido por el mundo en todos aquellos años, podría reeplantearme el trabajar como actor de cine. Me salía un drama estupendo.

- Puede que suene extraño, pero la lluvia, la oscuridad que producen las nubes y... la propia niebla, me hacen sentirme como en casa -le contesté, esta vez mirándole con fijeza.

En esos momentos, mis manos se habían escondido en los bolsillos de mis pantalones, y mis ojos se dedicaban a deleitarse con el escote que la blusa de la joven poseía. Fue en ese momento en el que noté como la garganta me quemaba, por lo que tuve que tragar saliva para contenerme. Y es que daba igual si los años pasaban o no. Las mujeres eran mi punto débil, sobretodo si vestían con ropajes sencillos pero que daban mucho que pensar.

Cerré los ojos un momento, y tras dejar escapar un suspiro en mitad de la noche, volví a abrirlos para mirar a la chica de nuevo, dedicándole una ligera sonrisa.

- Pero bueno, creo que estoy hablando demasiado de mí y ni siquiera sé tu nombre -añadí divertido- Sí, lo sé, soy un tio capullo que ha usado una técnica mala para saberlo. No me culpes. -aclaré riéndome levemente al final.

Tomamos un nuevo rumbo, diferente al que ambos habíamos previsto cuando pisamos el bosque, o al menos eso ocurría por mi parte. No estaba metida en su cabeza, no sabia que se le cruzaba –y no quería saberlo-. Tampoco conocía nada de él; un completo extraño con el cual entablaba una conversación. No tenía miedo; más bien, me sentía fascinada. Resultaba interesante por como se habían dado las cosas. Además, no encontraba ningún indicio preocupante en sus acciones, o…¿no me estaba fijando bien? En fin, no importaba.

Miraba hacia el piso cuando caminaba, porque me conocía, y era lo bastante torpe como para tragarme alguna rama en cualquier momento. Mas eso no me impedía que me fijara en sus ojos cada tanto. Una adicción, algo que no podía pasar de largo. Era alto, por lo que tenía que levantar levemente la mandíbula para observarlo. Facciones marcadas. Un joven muy guapo, claro que sí, con un brillo especial en su piel. Pálido…mucho más pálido que yo. ¿No comía bien? O se daba porque no se acercaba al sol, como mencionaba. –Pero, si no tomas algo de sol, quedas más pálido que una cebolla. A tí no te falta mucho para llegar a eso.- Bromeé con una sonrisa amplia, mordiéndome el labio inferior antes de desviar de nuevo mi vista hacia el frente.

La tristeza lo invadió. Lo noté en sus expresiones, mas algo en sus ojos no combinaba. Como si no fueran a ritmo. Probablemente era yo la loca que estaba sacando malas conclusiones. Fruncí los labios, agachando un poco la vista. –Es lamentable oír eso, pero al menos tu padre no te odia.- Suspiré aferrándome fuerte a una rama gruesa para saltar una raíz que sobresalía medio metro. Con ligereza, pasé al otro lado. Mi cuerpo era como una pluma, delgado, con mucha flexibilidad.
El peso de su mirada fija se centró en mí persona, de nuevo. –Has mencionado tu casa con todos esos nombramientos. ¿De dónde eres?- mi curiosidad por él iba en aumento. En otras ocasiones habría ignorado al joven y mi camino habría continuado como si nada. A él no podía ignorarlo.

Sinceramente, no tenia la mas mínima idea de hacia donde me dirigía. Intentaba seguir el camino que había recorrido cuando me adentré en el bosque, pero me sentía mas perdida que nunca. En cambio, a estas alturas, lo seguía a él. Podía tener más noción del lugar ya que venía más seguido que yo, o eso concluía.
Su voz con ese tono tan divertido me contagió. Giré el rostro para mirarlo, ondeando apenas mi cabello atado en la coleta. El viento soplaba y provocaba que se encontrara en uno de sus días más salvajes, despeinándose con descontrol. –Ha sido muy graciosa la forma en que lo has planteado. Soy Zaraí; Zaraí Azeeza.- Estiré mi mano en su dirección esperando que la estrechara, en señal de saludo. –¿Y tú, chico misterioso que apenas conozco, cómo te llamas?- A veces podía sorprender con la dulzura de mi voz o el encanto que desprendía con tan solo mirar. Empleaba estos trucos cuando quería.

Me mantuve calladado mientras ella hablaba, riéndome divertido ante la comparación de mi piel con la de una cebolla. Fue en ese momento en el que pensé que tendría que ir con cuidado si no deseaba ser descubierto antes de tiempo. Despues de todo, por el poco tiempo que había estado al lado de aquella joven, me había dado cuenta al instante de que la chica era inteligente. Y eso complicaría las cosas.

Fue entonces cuando en un pequeño intervalo de tiempo, ella se dirigió hacia mí, preguntando por mi hogar. Me mordí la lengua ante ello, ocultando la molestia que aquella pregunta me había hecho. Recordemos que no deseaba estropear la noche.

- Es una historia muy larga -contesté dejando escapar una risa- Pero como veo que estás muy interesada, te la resumiré -volví a decir a la vez que juntaba mis manos y la miraba fijamente- Mi nacionalidad es rusa, es más, nací allí, pero a los pocos años me mudé a Canadá junto a mi padre y a mis tios -añadí, levantando de nuevo las cejas para dar un aire de interés.
- Mi padre aún reside allí, pero mis tios decidieron venirse aquí. Ya sabes, por todo el tema de la tranquilidad y bla, bla, bla -añadí dejando ver una mueca de aburrimiento.
- Lo que pasa es que ya están viejos -le contesté finalmente, riéndome socarrón.

A medida que pasaba el tiempo con ella, me parecía que la iba consiguiendo adentrar a la boca del lobo. Pero al parecer aquel chollo se acabaría pronto, pues al levantar la mirada hacia el frente, las luces del pueblo dejaban ver la cercanía de él.
En mi fuero interior, un gruñido de rabia retumbó en mi pecho, pero por el contrario, mi rostro seguía mostrando la misma sonrisa de felicidad que tenía hasta entonces.

Tras pasar varios segundos y haber preguntado por su nombre, la chica finalmente se dignó a decirmelo. Reconocía que era un nombre extraño, posiblemente no procedente de por aquí, pero bonito.
Todo iba a la perfección hasta que a la joven le vino la idea de tender la mano para que yo se la estrechara en señal de saludo.
Dejé escapar una ligera sonrisa, nerviosa en cierto modo. Y es que no podía permitir que la chica notase el frío de mi cuerpo, pues sabía que si lo hacía, comenzarían los problemas.

- Bonito nombe el tuyo. Extraño... bastante exótico -le comenté antes de guiñarle el ojo, intentando relajar la situación como podía.
- Mmm me gusta ese mote, "chico misterioso". El joven del cual no sabes nada, el joven aparecido entre la niebla del bosque -aclaré divertido- ¿Qué te parece?, perfecto para una pelicula, ¿verdad?. Además, físico no me falta para ser actor -añadí con bastante orgullo antes de reirme con fuerza.

Me resultaba divertido el burlarme de mi propia belleza pues, sabía perfectamente que la tenía. ¡Qué demonios!, ¡era un vampiro, claro que la tenía!

- Soy Alexander, Alexander McBeen -me presenté al final, pasando mis manos por los pantalones en señal de temblor.
- Será mejor que nos ahorremos el apretón. Las manos las tengo como cubitos y no quiero pasarte más frío -me burlé intentando salir de aquella situación como podía.

Finalmente, levanté la mirada hacia el frente, haciendo un gesto con la cabeza.
- Mira, ya estamos acercándonos al pueblo -contesté, logrando así, cambiar de conversación. O al menos intentarlo.

No lo note muy cómodo cuando tuvo que explicarme acerca de su hogar, y algo de su familia. No tendría que haberme entrometido, lo sabia, pero mi curiosidad me ganaba la mayoría de las veces. Después de todo, si hubiese querido, ni siquiera habría comenzado a explicarlo. Mas sus labios se abrieron ligeramente para dar paso a su historia, la cual escuché con mucha atención. Un don que poseía, escuchar a las personas.

Ruso…interesante. En Estados Unidos había mas inmigrantes de lo que creía, y eso me hacia sentir mejor. No era la única extraña después de todo, auque mis peores días ya habían pasado, cuando me obligaban a asistir a la secundaria con el cabello oculto bajo un manto por las costumbres de mi país.
Sonreí al final. –Gracias por confiar en mí y contarme aquello.- no era necesario decirlo, pero lo hice. No había tenido la oportunidad de visitar aquel país; solo Italia, Alemania y por ultimo, Estados Unidos. El que más me gustaba era este, por lo que acepte cuando decidieron quedarse a vivir aquí.

Conforme pasaban los minutos, notaba algo extraño que nos invadía. No era la niebla, tampoco nada del contexto o que fuera perceptible por los ojos. Como si dentro de mi cuerpo chispeara una advertencia que estaba pasando de largo. No era tan tonta, me daba cuenta de ello, pero la obviaba porque no la comprendía.
Las luces del pueblo se acercaban cada vez más y más, indicando que no faltaba mucho para que abandonáramos el bosque oscuro. Me intrigaba la hora, aunque no importaba. De despistada que no había tomado el reloj pulsera que yacía en la mesa de luz.

Al recordar eso, algo me abrumó. Mi abuela. No le había dicho que me iba, mas por el hecho de que no soportaba sus gritos. Por ahora podía estar tranquila; me daría cuenta de cuando se percatara de mi ausencia, porque todos los policías de Forks saldrían en mi búsqueda. Una anciana molesta, que dentro de todo me quería. Sonreí ante mis pensamientos.

Mantenía la mano tendida en su dirección cuando me guiñó un ojo. –Gracias. Es un nombre árabe. Soy nativa de ese país.- Comenté apenas sin darle mucha importancia, rellenando la situación.
Rodé los ojos. Su ego superaba las expectativas. Presentaba la sonrisa todavía en mi rostro. Aquel tenia apariencia de chico malo, apuesto y misterioso, que tiene a los pies a cualquier jovencita. Eso no me gustó del todo…no debía de mostrar tanto interés; no quería ser una más de aquel juego. –Si la película es un musical, encajarás a la perfección.- Levanté una ceja con el comentario, ironizando un poco. Me hubiese gustado afirmar que encajaba con una de terror lo antes dicho.
Al escuchar su nombre incliné apenas la cabeza. Rechazó mi petición de saludo, estrechando mi mano, confirmando algo de que no iba bien. –Frío…- Susurré, casi perdiéndome en lo que comenzaba a atestar mis pensamientos, mas segundos después volví la mano a mi cintura, y le dediqué una sonrisa tranquila, amable, fijando mis ojos en él.

¿Qué podía estar mal? Si una persona no te mira a los ojos, te miente. Alex hasta el momento mostraba una fija atención en los míos. Quizás demasiada, más de la que esperaba, pero era un chico. No debía sorprenderme aquello.
O lo más probable es que estuviese sacando conclusiones equivocadas, de nuevo. Mi cabeza trabajaba a la velocidad de la luz cuando se trataba de estas cosas. No debía confiar en los extraños, y lo peor de todo, ya lo había hecho.

La llegada al pueblo me atestó como un balde de agua fría. Tardé en reaccionar. –Oh, si…el pueblo. Supongo que ha llegado el fin de nuestro recorrido, ¿no Alex?- En mis expresiones traté de demostrar que no me importaba; pero por dentro, muy adentro de mi ser, no quería que terminara. Como sea, el seguía siendo un total desconocido.
Me paré en seco y giré para mirarlo a los ojos, de frente, con aquella tranquilidad inminente en mi persona. Sonreí ampliamente dejando ver mi blanca dentadura, y como se levantaban mis mejillas rosadas por el gesto.

El tiempo pasaba, y despues de la descortesía que había cometido al no estrechar su mano, mis sentidos comenzaban a decirme que la chica sólo estaba cómoda conmigo porque el peligro subía su adrenalina.
Y es que solía pasar aquello. El estar al lado de un vampiro terminaba haciendo desconfiar, en cierta parte, de él.

En todo caso, las últimas palabras de la joven me sacaron de mi pequeño trance, haciendo que moviese la cabeza de arriba a abajo y que mi mirada se posase en ella. Fue entonces cuando sentí de nuevo que la garganta se me secaba al observar aquel cuello descubierto y poco protegido.

A medida que habían pasado los minutos junto a ella, me había propuesto no atacarla en aquella noche, al contrario, más bien a esperar a que pudiese conocerla mejor.
Hacía tiempo que no jugaba con alguna de mis presas, pero aquello se estaba complicando por momentos.

- No pareces muy animada por el regreso -comenté a la vez que posaba una de mis manos en la nuca, intentando controlar mi sed de sangre.
- ¿Sabes?, estoy casi seguro de que tus familiares están preocupados por ti -añadí riéndome a carcajada limpia al final, levantando las manos en signo de culpabilidad- No me juzgues aún. Simplemente no te veo como a una de esas chicas a las cuáles se les consiste todo... incluso venir un bosque a éstas horas -me burlé.

Era increible, pero aquella chica realmente lograba remover mis deseos con aquellas mejillas tan coloradas y aquella sonrisa tan encandiladora.
Bien era cierto que el que pensase aquello no eran motivos para estar tranquilo, pues las ganas de desgarrar su garganta y beber de ella aún seguían presentes.

- Te preguntaría si quieres que te acompañe a casa -añadí con cierto vacile, intentando romper aquel silencio que habíamos creado- Pero, ni es probable que me dejes, ni tampoco quiero que pienses que soy un cerdo integral -aclaré finalmente.

Tras decir aquello, comencé a caminar de nuevo hacia la salida, la cual estaba a escasos metros. Mis pasos eran gigantescos, lo que hacía que la chica no pudiese verme el rostro, el cual, debido a mis continuos pensamientos, había comenzado a tomar la forma de una cara vampírica: Mis colmillos, reyes ahora mismo de mi boca, sobresalían esplendorosos. Mientras tanto, mis ojos tomaban un color rojizo que acompañaba a las marcadas ojeras, por las cuales, si se observaba detenidamente, se podían ver las venas muertas por las que en mis tiempos de humano corría la sangre.

Posiblemente en otras situaciones no me hubiese importado que me viesen así, pero aquel era diferente. Aquella situación era importante para no mantenerme aburrido durante un par de días.
Era por ello que no podía dejar que me viese así.

No me sorprendieron sus palabras, ya que era fácil darse cuenta de que mi gran escapada había durado poco, y no quería que terminase. Me sacudí la ropa ligeramente; un montón de hojas se habían adherido a la tela y las ramas habían cumplido su cometido: algunas partes estaban rasgadas. No le di mucha importancia, era ropa vieja y que podía reemplazar en cualquier momento.
Desvié mi mirada de mi ropa, para posarla en el joven que estaba a mi lado. Ambos cedimos el paso. Parecía como que no queríamos avanzar más. Yo por mi parte no deseaba hacerlo.

Enarqué una ceja ante su risa, cruzándome de brazos. –¿Mi familia? Mis padres no viven aquí, me odian por no seguir sus malditas costumbres árabes. Creen que debo permanecer como una monja hasta el casamiento, por Dios!- Rodé los ojos, suspirando por lo bajo. –Vivo con mi abuela, que apenas puede moverse y si ella estuviese preocupada, ya nos habríamos dado cuenta…Conclusión, me escapé.- Le dediqué una sonrisa angelical, fingida, porque no era común que en mi rostro se presentara una de ellas así, de la nada.

No había tenido un encuentro de esta forma, espontáneo, ni tan misterioso, nunca. Quizás era por ello que no deseaba que la noche finalizara. Tampoco que se fuera con la niebla que lo trajo –raro mi pensamiento-, sabiendo que no lo volvería a ver.
Bah. Tenia que dejar mis caprichos. No podía ser tan posesiva con algo que siquiera era mío y lo más probable, que nunca lo fuera. Tan solo fue una bonita velada, en la que nos conocimos y pasamos el rato. Solo eso…¿Solo….eso?

El silencio de la noche nos envolvió de momento a otro. Se sentía mi respiración, también la suya. Reconfortante. Notaba su presencia pero no necesitaba de sus palabras para darme cuenta de que estaba cerca de mí. En algunas personas era suficiente.
Finalmente, rompió el hielo, obligándome a mirarlo con interés. Asentí con la cabeza sonriendo. Me gustaba el tipo de trucos que utilizaba para parecer inocente. –Pues…si yo fuera una chica inteligente, te diría que no. Es probable que seas un asesino y conducirte a mi casa me haría caer en tu trampa.- Me coloqué una mano sobre el mentón; daba un aspecto pensativo. –Pero no lo soy. Así que…me gustaría que me acompañaras.- Concluí.

Me quité la coleta del cabello. Comenzaba a soplar más viento, levantando frío, y al poseer los hombros descubiertos se me helaba la piel. Acomodé mis rizos rojizos, mas cuando levanté la vista me percaté de que Alex estaba bastante lejos. Corrí, por así decirlo, detrás de él.
Esquivando ramas, hojas, que nuevamente rasgaban algo de mi piel o mis prendas. A estas alturas tendría raspones por todas partes. Quise observar su rostro, que estaba oculto en la oscuridad mientras me daba la espalda. Fruncí el ceño. –Te ocurre algo?- Formulé en voz baja, sintiendo sus músculos tensos. Apoyé una de mis manos en su hombro –dándome cuenta de la gran espalda que poseía- y me puse en puntas de pie, en la búsqueda de sus claros ojos.

Mi cuerpo se encontraba en tensión debido al gran esfuerzo que estaba haciendo por no dejarme llevar por la fiera que en mi interior residía. Para intentar contenerme, mis manos se encontraban apretadas, ambas, en un puño. Posiblemente si fuese un humano cualquiera, la fuerza que estaba ejerciendo en ellas lograría romperme los huesos. Pero aquel no era el caso, yo no era un humano corriente, yo era un vampiro.

Estaba comenzando a volver a la normalidad, a tranquilizarme, cuando sentí la mano de la joven en uno de mis hombros, lo que hizo que mi cuerpo se endureciese y que mis ojos se abriesen de par en par, tomando un rojo mucho más intenso que el que ya tenía.
Al parecer no podría jugar con la chica, estaba demasiado hambriento para echarme atrás.

- ¿Sabes?, realmente me hubiese gustado acompañarte a casa -sentencié, notando como mis palabras sonaban muertas, sedientas.
- A decir verdad... me hubiese gustado tratar contigo un poco más de tiempo pero... -

Antes de terminar de hablar, mi cuerpo se tensó del todo, notando como los músculos de éste llegaban a un límite en el cual podría destrozar cualquier cosa.
Por el contrario, mis sentidos, todos, se habían desarrollado más de lo que ya estaban. En definitiva, en aquellos momentos no podía localizar ni una pizca humana en mí. Y eso, en cierto modo, me gustaba. Hacía sentirme liberado, como si fuese un animal.
¿Qué demonios?, a esas alturas claro que era un animal.

- Me temo que tanto nuestro pequeño encuentro como tu vida están a punto de desvanecerse... como la niebla -añadí girándome finalmente. Dejando contemplar a la chica como era mi rostro en realidad.
- Pero te diré una cosa, tu vida... no se perderá en vano, ¡Me ayudarás a mantenerme en pie! ¿Qué te parece? -pregunté mientras una risa, algo monótona pero diabólica, salía de mi boca.

Años y años haciendo lo mismo con las víctimas, viendo sus rostros aterrados, repletos de lágrimas y, en grandes ocasiones, llenos de súplicas que nunca serían escuchadas.
Aquello era lo bonito de la caza, pero por desgracia, ésta sería una de las pocas veces en las que realmente me decepcionaría con el botín. Aquella chica me agradaba.

Apenas mi mano se apoyó en su hombro su cuerpo se tensó por completo. Algo dentro de mi me decía que debía correr, que no debía quedarme parada detrás de él como una idiota, y que nunca debí de haberme escapado. Todo eso se cruzaba, mas mis miembros corporales se negaban a responder. En cambio, giré hasta quedar frente a frente con él. Ahogué un grito al ver sus ojos abiertos de par en par, de un tono rojizo muy profundo. Demonios…

Hasta su voz había cambiado. La forma en que decía su monologo. Tragué saliva. Claro que tenia miedo, porque me daba cuenta de lo que era. Adoraba leer mitos de fantasía, sobre criaturas sobrenaturales, pero nunca creí que fueran reales. Nunca creí que estaría frente a un…-Vampiro…- Susurré, sin apartar mis claros ojos de los suyos, ahora mas oscuros que la noche. A pesar de todo, lo encontraba fascinante. Si, estaba loca, lo admitía.

Retrocedí dos pasos. Parecía que en cualquier momento iba a explotar, y mis ligeros miembros se harían polvo junto con él. Aunque…según lo que relataba, yo seria su aperitivo. Mis bellas expresiones angelicales se borraron, dando paso a una tanto enojada, como decepcionada. Sabía que terminaría por ser irreal. Los chicos así no existen y nunca existirían. Tendrían que tener una maldición y oh casualidad, me encontraba frente a uno completamente maldito.

Me crucé de brazos. Correr seria en vano, terminaría por atraparme. Arrojarle algo también, porque no tenia nada que detuviese al depredador.
Qué me parece…? Qué me parece!? Estaba a punto de gritarle miles de cosas. La atracción había sentido por el desde el principio se dio vuelta, decepcionada. No porque fuera una especie de monstruo, sino porque estaba segura había jugado conmigo todo el tiempo.

No le demostré miedo, no supliqué nada, siquiera me inmute del lugar. –¿Sabes qué? Me resulta aburrido. Haces esto seguramente con todas las chicas que se te cruzan; seduces y matas. Podrías alimentarte de cualquiera del pueblo…pero eliges a quien muestra algo de interés en ti. Típico…- Bufé, cambiando el rumbo de mi vista. Sus ojos ya no eran mi atención, tampoco sus facciones que seguían siendo hermosas debajo de aquel semblante.

Por dentro se me helaba hasta la sangre. Tenía miedo, claro que si. Mi vida se estaba por acabar en segundos y no había hecho nada interesante en ella. Siquiera algo que pudiera recordar en las últimas instancias. No se lo demostraba, no a él. Después de tantos años había aprendido a ocultar muy bien lo que sentía.

Era increible. Aquella joven era, sin duda, increible. Había conocido a muchas mujeres en todos aquellos años que habían pasado. Mujeres realmente hermosas, espectaculares. Otras no tanto pero que servían para deleitarse igualmente. Mujeres de cabello rubio y tez clara, pero tambien morenas y de tez almendrada. Mujeres más sencillas y otras... no tanto. Pero de todas ellas, muy pocas habían logrado sorprenderme de aquella forma, y Zaraí estaba colocada en aquella pequeña categoría.

Me iba acercando poco a poco a ella, guardando distancias mientras empezaba a dar vueltas a su alrededor, observándola detenidamente. Disfrutando de aquel miedo escondido que la chica ocultaba.

Finalmente me detuve tras de ella, llevando mi mano, temblorosa por la resistencia que aún ejercía ante mi cuerpo, hacia la nuca de la joven, agarrándola con fuerza para así atraerla hacia mí.
De repente, las palabras de la joven comenzaron a apartar la bruma que en mi mente se encontraba. Solté una ligera sonrisa ante aquello. La chica parecía decepcionada por mis actos, pero, ¿qué otra cosa podría hacer?, era un vampiro despues de todo. No era de fiar.

- A decir verdad... iba a alimentarme del primero que pasase por mi lado. Ya puedes imaginarte quién fue la pequeña joven que pasó por delante de mis narices -contesté refiriéndome a ella, claramente.

Seguidamente, coloqué mis dos manos encima de sus hombros, apretando ligeramente pero sin llegar a hacerle daño.
Me gustaba la delicadeza que la joven presentaba, sobretodo, porque no concordaba con su fuerte carácter.

- No me culpes por haberme comportado de ésta manera. No te mentiré, siempre me comporto así -le susurré cercano a su oído, aprovechando para disfrutar del aroma que la joven desprendía.
- Y te diré otra cosa más... -susurré de nuevo, moviéndome con rapidez para colocarme en frente de ella, mirándole fijamente a los ojos.
- No eres una chica como las demás, en absoluto. Más bien... eres interesante -aclaré en un final, colocando uno de mis fríos dedos en sus labios, acariciándolos con suavidad.

Mi cuerpo temblaba en aquellos momentos, y mis labios dejaban entrever los colmillos que con mucho mimo me encargaba de mantener bien cuidados.
Mis ojos se encargaban de mantener la mirada de la joven, y mis oídos se deleitaban con las fuertes pulsaciones que el corazón de la chica desprendía.
Aquella sensación era realmente excitante.

Comenzó con sus juegos de vampiro. Giraba a mi alrededor, observándome, y yo sin inmutarme con los ojos fijos en el frente. Me mantenía tensa, alerta, con los brazos cruzados sobre mi pecho, apretando contra mi cuerpo. No sentía frío, no sentía nada. Él estaba disfrutando de la situación, yo no tanto. En parte lo encontraba fascinante, ya que nunca me puse a pensar si este tipo de criaturas existían, y cuan parecido a los humanos guardaban. La parte mala del cuento sin duda era la que me convertía en su presa.

Una mano helada se posó sobre mi nuca, dándome escalofríos en todo el cuerpo. Una leve presión, tirón, y él me tenia donde quería. Siquiera podía mirarlo a la cara. Me sentía dominada; esto me enfurecía. Cerré mis parpados ante el contacto mientras dejaba que una leve sonrisa sarcástica cruzara mi rostro. –Desde mi punto de vista, tú te cruzaste en mi camino mientras planeaba huir.- Me defendí, sin motivo alguno, porque eso no me iba a salvar de una muerte casi segura.

Sus dedos fueron hacia mi hombro. Tuve el impulso de obligarlo a que quitara su mano de allí, mas no lo hice. Valoraba mi corta vida y quería seguir disfrutando de ella un poco más. –Debe ser más aburrido para ti mantener esa monotonía, ¿no?- Mi voz seguía siendo suave, delicada, elegante. Nunca iba a perder mi feminidad.

En un abrir y cerrar de ojos se encontraba frente a mí. De nuevo.
No comprendía del todo sus acciones; me examinaba, ¿me estaba eligiendo? ¿Qué demonios sabia yo como actuaba un vampiro? No alterarme, mantener controlada la situación –hasta donde daba mi capacidad-.
Le mostré una sonrisa de lado, irónica, demostrándole muy poco interés. No podía dejar de ser tan lindo siquiera cuando daba miedo. Ok…esa afirmación en mi cabeza me aterró.

-Lastima que te has dado cuenta tarde de que soy interesante…justo cuando estas por matarme.- Hablé sobre sus dedos, permitiendo que el frío se adentrara en mi boca apenas. No quería morir, claro que no. Estaba jugando con el peligro, pero las palabras salían inconcientes de mi boca y no encontraba nada inteligente para retractarme.
Quería gritarle en la cara que no iba a encontrar nunca más en su larga existencia a otra como yo, pero seria muy egocéntrica y no pegaba con mi personalidad.

Sostenía su mirada. Por más que quisiera apartarme de aquellos ojos terroríficos, no podía. Tampoco me movía. Mis brazos anteriormente cruzados en mi pecho, se relajaron, uno a cada lado del cuerpo. Cualquier chica gritaría, patalearía, hasta le escupiría. Estábamos a pocos metros de la calle, del pueblo, pasaba gente. Quizás tenía una posibilidad en cien de escaparme.
Muchas cosas se cruzaban por mi cabeza. Le di una última ojeada a cada parte de su rostro. Bajé con lentitud para abandonar sus zafiros, centrándome en la curva que su nariz poseía, simétrica, perfecta. “claro que es perfecto, es un vampiro, tonta”. Bajé más y más, encontrándome con sus labios carnosos, los cuales reflejaban brillos blancos. Colmillos.
Se sentía mi respiración, el latir de mi corazón. Finalmente, agaché la vista hacia el suelo, encontrándolo lo más interesante en estos momentos.

La tenía donde quería, pero por alguna extraña razón aún no me había lanzado encima de aquellas venas azuladas que se plasmaban en su piel como si de pequeños caminos se tratasen. Caminos repletos de sangre fresca, dulce, joven. Y es que por más que la miraba, mi mente reprimía mis instintos. Quizás por el interés que había mostrado desde un principio en ella.

Por fín, una ligera sonrisa se apoderó de mi rostro, dejando ver con más claridad aquellos colmillos que, si quisiese, ya podían encontrarse perforando la fina piel de la chica.
Mis dedos, que aún seguían posados en sus labios rosados, comenzaron a bajar hacia el cuello, el cual acaricié con suavidad, logrando captar las venas que corrían por él. Un solo roce, una sola presión que ejerciese en ella y su vida me pertenecería. Aunque bueno, mirándolo desde mi punto de vista, ya la tenía a mi merced desde el primer momento en que la ví.

- ¿Sabes?, hacía mucho tiempo que no veía a una mujer con un carácter como el tuyo. Me sorprendes. Éso es lo que te salva de una muerte casi segura -aclaré sin dejar de mirar sus ojos.
- Estoy sediento y agotado. ¿Sabes lo qué eso molesta a un vampiro? -pregunté dejando escapar una risa socarrona antes de ponerme serio- Es cierto, que tú eres el aperitivo. Que descortés acabo de ser. Creo que los años han hecho que me haya convertido en un ser grosero -añadí volviendo a sonreir, orgulloso.

Sin pensármelo ni un segundo más, acerqué mis labios hacia su cuello, empezando a rozarlo con total suavidad, dejando escapar un aire frío por mi boca. Signo de excitación por mi parte.
Por el contrario, lo que seguía sin entender era el porqué no podía deshacerme de ella. Porqué no podía morderle de una vez por todas.

Suspiré y tras posar un beso en su cuello, comencé a apartarme poco a poco, colocando mis manos en los ojos para intentar tranquilizarme.

- No deberías llevar tu mirada al suelo nunca -aclaré apartando las manos de mi rostro para mirarle de nuevo- Eso es signo de debilidad, y yo no te veo como una chica débil -

No experimentaba aquella sensación que todos decían “vi mi vida pasar frente a mis ojos”. No recordé a mi hermano, ni a mis padres, ni a mi abuela. Estaba tan concentrada en el chico, o lo que parecía ser uno, que hasta me impedía pensar con claridad. Tenia miedo a morir, mas me estaba resignando. Como fuese, nunca le iba a demostrar una pizca de miedo; siquiera un grito se iba a escapar de mis dulces labios. Para escenitas de chica asustada tenia las películas de terror.

Sus dedos viajaron de mis labios, a mi cuello. El escalofrío volvió a tomar posesión de mi cuerpo. Sentía que mis piernas se debilitaban, como si fuera a caerme, pero yo tenía que ser fuerte. No podía dejar que me pasara algo así. Junté todas las energías que me quedaban y lo miré a los ojos. Me hubiese gustado decirle algo, claro que si, pero las tonterías que me pasaban por la cabeza solo agrandarían su ego.

Sus palabras salieron como ultimo aliento, siendo las últimas que escucharía. ¿Cómo se sentiría morir? Nunca me lo había preguntado. Presentía que se basaría en dolor; mucho dolor. Insoportable…-Tenia que valerme de algo. No solo la belleza caracteriza a las chicas.- Además, no quería ser hueca. Tenia muchas compañeras de la secundaria que si lo veían, se le tiraban a los pies y le pedían a gritos que las mordiera. ¿Por qué? Solo por tener un rostro bonito. Sonreí sincera, sin oponerme a su acercamiento.

Cerré los ojos. Sus labios helados arrasaron con la calidez de mi cuello. Tenía razón, enfriaba como un cubito de hielo. Jugaba con la suavidad de mi piel, lo notaba. Arrastraba sus labios como si de saborear una paleta se tratase. Bueno, estaba saboreando a su presa, ¿razonable, no? Me mordí el labio inferior al notar el aire frío recorrerme. Era la hora…

Y…¿Ya? ¿Estaba muerta? Wow, que rápido, no había sentido nada!
Pero…no, espera, estaba en el mismo lugar, en el bosque con él. Abrí los ojos, a unos pasos de mi se estaba tapando los ojos con las manos. Algo latía en la piel de mi cuello. Inconciente, me llevé una de las manos al mismo, notando….nada. No me había mordido. Pero si había hecho algo. Me había besado…
No encajaba. No comprendía nada. Lo miré, impresionada, dejando que una fina línea curvada cruzara mi rostro.

No, no era una chica débil. Nunca lo había sido. Dejé la mano en mi cuello sin querer quitarla, volviendo a entablar un contacto visual con Alex. –Se…será mejor que me vaya. Estás sediento y no creo que mi compañía sea buena. Quiero conservar mi vida.- Sonreí de nuevo, girando un poco el cuello para mirar la calle. Seguro estábamos en medio de la madrugada, pero la gente seguía pasando.
Y después de todo lo ocurrido, se me hacia difícil despedirme de él. No quería hacerlo, claro que no. No sabia si darle las gracias…abofetearlo, o salir sin decir nada. Estaba confundida.

Mi cuerpo en aquellos momentos seguía tenso, pero por el contrario, mi mente tenía muy claro que esa joven no correría el riesgo de morir en mis manos. No tan pronto.

Levanté mi mirada hacia ella en cuanto habló. Parecía sorprendida porque no la hubiese tocado, pero, de todos modos, sabía ocultar bien sus emociones, por lo que no logré ver con claridad que más podía estar pensando. Despues de todo... no muchos días un vampiro, siendo carnívoro como lo era yo, dejaba escapar a su presa.

Resoplé, indignado por mi mala cazería, y guardé mis manos en los bolsillos, mirando hacia el pueblo, igual que ella, unos segundos.
- Será mejor que vuelvas a casa. Tu abuela estará preocupada -añadí friamente antes de volver a mirarle a los ojos, dejando escapar una ligera sonrisa llena de resignación.
Zaraí había ganado aquella batalla.

Comencé a moverme, pasando al lado de ella para así disfrutar una vez más de su aroma. Era exquisito. Uno de los mejores, aunque no estaba dispuesto a decirselo.

- ¿Pero sabes?, estáte alerta. Hay muchos más como yo o incluso peores... ¡ah! y me gustaría que guardases este pequeño secreto, ¿entendido?. No me gustaría tener que borrar testigos -añadí a la vez que dejaba entrever una sonrisa macabra.
- Estoy seguro de que nos volveremos a ver, pequeño pájaro rojo -le llamé refiriéndome a su cabellera rojiza.

Sin más, pasé de largo de ella, deteniéndome a sus espaldas. En ese momento, mis ojos volvieron a convertirse en enormes rubíes centellantes, los cuales, se detenían en aquella niebla que seguía rodeándonos.
Sin decir nada, sin hacer gesto ninguno, me volteé para mirar a la joven una vez más antes de ser totalmente absorvido por aquel fenómeno.

En pocos segundos, la niebla se disipó dejando ver, con mayor claridad, el pueblo.

Se sentía extraño haber ganado aquella batalla contra el vampiro. Es más, aun no podía asimilar lo que él era. Si no lo hubiese visto con mis propios ojos…no le habría creído a nadie. Para mí solo eran un mito, un mísero mito de alguna persona que no sabia que hacer con su tiempo libre y se puso a escribir tonterías. Mas ahora esas posibilidades estaban descartadas. Ellos existían. Y si ellos compartían nuestra tierra…¿Qué otra clase de criaturas podría haber? Ni siquiera quería imaginarlo.

Sus palabras seguían resonando en mi cabeza, el tono de su voz. No iba a olvidarlo. No quería hacerlo. Había sido una experiencia nueva, peligrosa, excitante. Mucha adrenalina, peligro y algo más que no podía explicar.

“Pájaro rojo”. Sonreí negando con la cabeza. Él ya no estaba, la niebla se lo había tragado. Me pregunté cuando volvería a verlo, dándome cuenta de que estaba realmente interesada. Estiré una mano hacia el aire, acariciando la nada, donde segundos antes había estado aquel cuerpo masculino que se robó mucha atención de mi parte. En fin, lo mejor era regresar a casa. No por la abuela, sino porque si había mas criaturas como él, no iba a tener la misma suerte dos veces.

Giré sobre mis talones, quitando mi cuerpo del bosque tan rápido como pude. Corrí por las calles, manteniendo una sonrisa ladeada en el rostro. Algunos hombres o mujeres se giraban para verme y seguro comentar sobre lo loca que estaba. No me importaba. Ellos lo estaban más y de eso no había duda; en la madrugada, en las esquina, bebiendo como si el alcohol fuera agua.

Llegué a casa. La luz de mi habitación estaba apagada. Suspiré aliviada. Trepé por el mismo lugar donde había bajado, entrando por la ventana. Me sacudí la ropa que estaba casi destrozada. Un desastre.
Mientras me cambiaba, colocándome el pijama, la abuela entró a mi cuarto. –¿Dónde estuviste?- preguntó, a lo que le di la espalda y sonreí. –Por ahí…- Me metí en la cama y me arropé hasta la cabeza, ignorando a mi abuela, ignorando al mundo.

Esta noche soñaré con él…