Metiendome en la boca del lobo, iniciando una nueva vida (Caius)

Habían pasado varios días desde la última conversación que había mantenido con Jane, y es que desde aquel momento, mi mente no había dejado de darle vueltas al asunto de Alec. Tal era la ira que sentía ante aquel tema que no había logrado relajarme ni siquiera un mísero segundo.

" Maldito crio... ¿Cómo se atreve a traicionarnos de ésta manera? " pensé a medida que caminaba por las pequeñas calles de la ciudad, llegando finalmente a la enorme plaza que me conduciría de nuevo a la guarida, a mí guarida, la cual pronto dejaría para encaminarme en la búsqueda de Alec.

Sin dejar de mover las piernas ni un solo segundo y sin apartar la mirada del trayecto que ya tenía en mente, sentía como mis propios súbditos, en total 4, caminaban detrás mía con firmeza, haciendome sentir bastante seguro.

Levanté mi mirada al frente en cuanto ví las enormes puertas que me separaban de mi hogar, y fue entonces cuando presté atención a la única humana que, en aquellos momentos, parecía encontrarse allí.
" Siempre igual. Estoy empezando a cansarme de la llegada de éstos seres " pensé a la vez que dejaba ver una mueca de pocos amigos.

Era cierto que si los humanos no fuesen la fuente que nos servía de alimento, los eliminaría a todos sin piedad.
No los soportaba.

Miré a mis súbditos y de seguido volteé la mirada a la joven, pasando por su lado y observando los detalles de ésta.
" Maldito humano... " pensé mientras la miraba de reojo y pasaba de largo.

No tardé demasiado en detenerme.
Aquella joven a la cual había despreciado con la mirada había logrado llamarme la atención con aquellas susurrantes palabras que, para el oído de un vampiro, era como el sonido de las hojas contra el viento.

" ¿Controlar... las sombras? " pensé antes de notar como mis súbditos frenaban a mi lado.
Fue en ese momento en el cual me giré para poder mirar a la joven con fijación.
" Estoy seguro de que Aro estaría realmente interesado en ésto " pensé de nuevo mientras que mi mirada no dejaba de mirar a la chica con seriedad.
" ¡Maldición, Aro!, ¿dónde os encontrais? " volví a escuchar en mi mente.

La verdad era que la ausencia de Aro me estaba resultando bastante molesta, pero, ¿qué más podía hacer?. De igual modo... tambien estaba agradecido por encontrarme como el jefe de los Vulturi mientras mis hermanos no se encontraba cercanos.

Tras varios segundos en silencio, comencé a volver a caminar, pero esta vez... hacia la chica que aún seguía sentada en el borde de la fuente.
Me preguntaba si podría ser capaz de ocultar mi fuerte actitud molesta y lograr aparecer una mucho más agradable.
Lo último que deseaba era hacerla huir, sobretodo porque me interesaba.

- Es usted nueva por éstos lugares, ¿no es cierto? -pregunté mientras intentaba agradarla con una de mis falsas sonrisas.
- Suelo recorrer este lugar muy a menudo y nunca he visto vuestro rostro -añadí esperando respuesta por su parte.

Ante sus primeras palabras, mis ojos se rasgaron levemente llenos de cierta rabia al recordar a Los Cullen.
Hacía mucho tiempo que no sabía nada de ellos... pero aún así seguía sintiendo aquel mismo sentimiento de ira en cuanto escuchaba el nombre de "Forks".

Tras salir del pequeño trance en el que estaba sumido, una ligera sonrisa se acomodó en mi rostro mientras asentía con delicadeza. Intentando que la joven no se sintiese mal agusto con mi presencia.

- Antonella... hermoso nombre -contesté antes de agachar un poco la cabeza en forma de saludo- Todo un placer... podeis llamarme Caius -me presenté sin dejar de mostrar aquella confortadora sonrisa.
- Asique venís a aprender italiano -comenté antes de mirar a mi alrededor, fingiendo disfrutar de aquel lugar.
- Volterra es un lugar tranquilo y relajante para ello, habeis hecho bien en venir -aclaré dejando escapar una risa sin poderlo evitar.

No sabía muy bien si era un buen momento o no, pero deseaba sacar el tema del "control de sombras" pues necesitaba ver las reacciones para estar seguro de su conversión.

- No quiero meterme en asuntos de otras personas... pero no he podido evitar escuchar algo sobre "control de sombras" por tu parte... ¿a qué se refiere? -pregunté, colocando mi fija mirada en la suya para intentar paralizarla con el miedo.

Era consciente de que mi mirada era tan tenebrosa que lograba aplacar a cualquier ser.

- Soy demasiado... interesado -agregué sin dejar de mirarle, aprovechando para acercarme un poco más a ella.

Le miré fijamente aún encontrándome en un estado de ausencia.
Mi mente en aquellos momentos había olvidado el "Caso Alec" y se dedicaba a disfrutar de las tantas desgracias que podría causar si la joven se uniese a nosotros.

" Sin duda alguna Aro estaría encantado de tener a una chica como ésta en nuestro Clan " pensé con satisfacción.

- ¡Vaya!, veo que tu tambien posees un "Don" especial -aclaré mientras una sonrisa llena de malicia se acomodaba en mi rostro.

Realmente agradecía que hiciese tan mal tiempo, pues la gente que normalmente se dedicaba a diambular por la plaza, no se encontraba.

- Te contaré un secreto, querida... -susurré a la vez que apoyaba una de mis manos en su rostro mientras me acercaba a su oído.
- Mis hermanos... tambien tienen dones como el tuyo. No eres la única -le susurré, aprovechando para disfrutar del aroma que la joven soltaba.

Me molestaba en gran parte no tener don, pero posiblemente con los años me había ido acostumbrando.

Una ligera sonrisa se apoderó de mi rostro en cuanto la chica me hizo aquella pregunta.
Me gustaba aquella actitud seria que presentaba, no como aquellos humanos que gritaban y reían como si la vida fuese todo un júbilo. A "esos", en concreto, les odiaba.

- ¿Qué te propongo? -pregunté antes de negar con la cabeza y llevar mi mano desde su mejilla a su cuello, buscando con exactitud las venas principales en el cuello de la joven.
- Simplemente te propongo que te unas a nosotros pero... -comencé a decir, deteniendo mis palabras para hacer un gesto con mi cabeza, obligando a mis súbditos que nos cubriesen a mí y a la chica de la vista de algún que otro humano que pasaba por allí.
- Para unirte a nosotros, debes darme algo a cambio... -

Bien era cierto que yo casi nunca convertía a nuestras "armas", más bien era Aro, pero estaba lo suficientemente capacitado para no perder el control de mis sentidos. O eso esperaba.

Las palabras de la chica resonaban en mi cabeza una y otra vez. Y es que aquella situación me estaba resultado divertida. Posiblemente si los poderes que aquella joven humana tenía albergados en su interior no me sirviesen de nada, jugaría con ella antes de matarla, pero por desgracia no podía.

Nadie recorría las calles, y mis súbditos estaban logrando hacer bien su trabajo como barrera anti-miradas observadoras.

- Cualquier cosa... -susurré acercando mis labios a su mejilla para oler su aroma.
Hacía tiempo que no disfrutaba de una ocasión así, y realmente estaba fascinado por ello.
- No hay palabras más hermosas que las que están cargadas de desesperación -susurré contra su piel antes de agarrar su cuerpo con fuerza y atraerlo hacia el mío.
En pocos minutos, mi boca ya se encontraba aferrada al cuello de ella, pensando en el momento exacto para retirarme y ver como mi creación comenzaba a cobrar vida.

Poco a poco, veía como la chica se revolvía ante el dolor que la transformación producía.
En esos momentos fue cuando me acordé de mi propia transformación. Supuse que sería igual de dolorosa que la de la joven.

Sonreí y apoyé por completo a la chica en la fuente, evitando así tener contacto con ella.
- No te preocupes, pronto pasará -añadí con cierta burla en la voz.
- Bienvenida a casa -añadí antes de observar mi alrededor, sonriendo levemente al ver que nadie se encontraba cercano a nosotros.

En ese momento, me acerqué a dos de los súbditos para susurrarles algo al oído. Fue entonces cuando los dos hombres se dirigieron hacia la chica y la agarraron de los brazos con firmeza para que ésta no cayiese al suelo.

Tras soltar un suspiro y hacer un gesto con la cabeza, comenzamos a dirigirnos hacia el interior de la guarida con rapidez.
No deseaba ser visto.