No tendría que soportar esto

El día ya casi acababa para dar paso a la noche, y para ser exactos no lo había desperdisiado. Había aprovechado que no me sentía mal ese día para dar un paseo por el bosque, cosa que tanto me gustaba, y finalmente el paseo había acabado. Por suerte para mi vida, no me había topado con ningún oso...o al menos no con uno que me quisiera matar. Aunque en mi opinion,si a cualquier oso que le "obsequiabas" (por no decir "le lansabas en medio de la cara") tu presiado almuerzo y hechabas a correr como alma que lleva al diablo, ningún oso se atrevía a hacerte daño.

De modo que terminé sin mi almuezo vegetariano, con piernas entumesidas por correr y con una buena historia de la que seguro medio Forks se burlaría... Y en especial vampiros como Mary Kate. Para ella era muy simple porque los osos le temían a ella, de seguro...

En fin, el punto es que ya había salido del bosque y estaba caminando rumbo al pueblo, pero debía de apurar el paso por la escasa luz solar que quedaba.

La sed de sangre. Un sufrimiento del que ningún humano podría hacerse idea jamás.

Así pues, con los ojos ligeramente enrojecidos, me acerqué un poco a Forks, no demasiado, siempre sin abandonar el bosque. Ya veía algunas luces que, a aquella hora del día, señalaban que empezaba a oscurecer y los humanos necesitaban luz para ver mejor.

Un aroma, un delicioso aroma, me previno de la posición de un exquisito humano. Me acerqué con curiosidad al origen de ese olor y ve caminar a una humana algo peculiar. No sabría explicar por qué, pero fue la impresión que me causó. Abandoné el bosque y comencé a caminar tras ella. Normalmente ya me habría lanzado sobre ella, por lo cual mi comportamiento era algo extraño. Simplemente la miré desde una distancia prudencial de veinte metros, siguiéndola a un ritmo más que humano.

Ni siquiera me había dado cuenta de mis pintas: pelos enmarañados, ropa desgarrada... Típica de un vagabundo.

Cuando alguien te observa te puedes dar cuenta de ello. Si bien no ve nada por más veces que te voltees, puedes notar que hay alguien hubo alguien que te estaba observando. A veces lo sigue asiendo y ni siquiera te das cuenta. Muchas veces eso pasa porque no están en una forma física. Otras veces simplemente pasa porque eres una despistada. Esta era una de esas veces en las que sientes que alguien te observa, y la sensación no parecía tener intenciones de parar, al menos no por ahora. A pesar de todo esto, tenía la confianza de que si me daba la vuelta, no tardaría en encontrar a quien fuera que me observara (a menos que fuera un duende, por ejemplo, o mi madre muerta) y si no era así...bueno, talvez ya habría llegado el momento de enviar a Soria al hospital psiquiátrico. Si embargo, tambien cabía la posibilidad de que mi espectador misterioso no quisiera dejarse ver y se marchara. Yo no quería eso tampoco.

Caminé por lo que sería un minuto, hasta comprobar que la presencia seguía siguiendome, y fui bajando mi velocidad al caminar hasta quedarme parada en la tierra.

-Se que hay alguien ahí. -dije, como una peculiar forma de saludo.

Era entretenido seguir a aquella chica. Seguía convencida de que había algo en ella que me parecía extraño, por lo tanto me gustaba. Hacía meses que no hablaba con nadie. ¿Era por eso? ¿Solo quería hablar un rato con alguien? Raro, pero quizá fuera cierto.

Su voz sonó con firmeza y no pude evitar esbozar una media sornisa. Me detuve yo también. Nuestra distancia seguía siendo prudencial, unos diez metros, pero me sentía más aliviada y segura de que no le iba a hacer daño.

-Muy aguda -dije con una voz firme. Me sorprendió escuchar mi voz, hacía mucho que no lo hacía. Había tenido la idea de que había desaparecido, pero no, ahí estaba. Como siempre.

Gran alegría sería para el hospital psiquiátrico el saber que no tendrían una de sus vacantes ocupadas por mi, ya que por lo menos no estaba delirando. La voz a mis espaldas me lo confirmó. Temía darme vuelta y que la fuente de la voz se evaporara o algo por el estilo, pero tendría que verla tarde o temprano. Su voz sonó un tanto dura, como si hubiera pasado bastante tiempo desde la última vez que pronunciaba una palabra. Eso era curioso, llegué a pensar que talvez se tratara de algún espíritu del bosque, por lo que me dí la vuelta de pronto, solo para contemplarla.

No me encontré con ninguna ninfa o algo por el estilo, aunque la belleza de mi interlocutora bien podría haber superado a la de una ninfa. Su piel era muy blanca, sus ojos tenían cierto color anormal y sus rasgos un tanto felinos. No me cabía duda: era una vampira. Hacía tiempo que no veía una, todos mis amigos vampíricos habían desaparecido con el tiempo y yo había resultado quedar tan sola como un perro malvado. Verla me traía recuerdos muy nostálgicos y a la vez se me heló un poco la sangre: sus ropas me hacían pensar en una nómada.

-Hola Vampira. -murmuré.

Alcé una ceja cuando la humana rubia me llamó de aquél modo, aunque la sonrisa continuaba ahí en mis labios. Realmente era perspicaz, y temí que hubiera conocido unos cuantos de los nuestros ya.

En menos de dos segundos llegué a su lado. La observé con tranquilidad, como quien observa una obra de arte, fijándose en cualquier detalle... Acabé por inclinar ligeramente la cabeza a aun lado, sumida en mi propio mundo de pensamientos. Al fin, abrí la boca para decir algo de nuevo.

-No muchos conocen nuestro nombre -confesé, aunque probablemente ella ya sabía aquella información-. ¿Cuál es tu nombre?

Para ser vampira ya me había comenzado a agradar, aunque extrañaba tanto el contacto con vampiros que me habría agradado cualquiera de esos famosos Vulturi´s, por más malditos que me dijeron que eran.

Evidentemente la vampira se había sorprendido un poco de que la descubriera tan facilmente...pero vampira era algo muy impersonal, de modo que estaba a punto de pedirle su nombre cuando ella me preguntó el mío.

-Mi nombre es Soria. ¿Cuál es tu nombre? No quiero llamarte vampira. -pregunté, mientras mis ojos azules se habrían más de lo normal, esperando una respuesta.

Comencé a caminar lentamente a su alrededor, como si un depredador marcara el territorio contra su presa. Al darme cuenta de esto (lo hice por instinto), volví a detenerme. No Thais, a ella no... me dije a mí misma.

-Curioso nombre -comenté cada vez más fascinada por aquella chica-. Thais -respondí escuetamente a su pregunta.

El tiempo me había cambiado, lo noté al instante. Por dos factores en concreto: uno, yo nunca, nunca daba halagos a desconocidos. Dos, jamás decía mi nombre a desconocidos.

¿Qué debía pensar, por lo tanto, de mi nueva actitud? No pensé mucho en eso y seguí con mi observación a Soria.

-¿Puedo preguntarte qué sabes exactamente acerca de nosotros? -eso sonaba más yo. Pidiendo explicaciones, aunque con cortesía. A los Vulturi no le haría mucha gracia que alguien como ella conociera nuestra existencia, aunque eso a mí me importaba bien poco.

Por un momento sentí el deseo de salir corriendo, ni más ni menos. Seguramente se debería al instinto animal o a los instintos primaros. Un vampiro era un depredador, y un humano su presa. Y Thais me hacía pensar que efectivamente, sus presas solían ser humanos. Sin embargo, se comportó bastante amable conmigo, aunque al final se había tornado un poco imperativa al hablarme.

Esa era una pregunta muy amplia...qué sabía de los vampiros. En verdad era demasiado, y no tenía demasiada idea de como explicarlo todo. Decidí que lo más apropiado sería nombrar cada tema como si de títulos de libros se tratase.

-Se de los tipos de alimentación de los vampiros, de la existencia de híbridos, de la enemistad de los vampiros con los licántropos... -me detuve un momento, pues había algo que no comprendía del todo. -Se algo de unos Vulturis, pero no se demasiado. -le expliqué. -Sería mas sencillo decirte lo que sé si me hicieras preguntas más exactas, no de desarrollo.

Incliné la cabeza a un lado, satisfecha con su respuesta. Sabía más de lo que imaginaba, aunque justo de quienes debería saber más no tenía apenas idea.

-Esos Vulturis que nombras...son los que ni te preguntarían si conoces nuestra existencia -y no añadí nada más, dejé que ella se imaginara el resto.

Pero no quería asustarla, ni pensaba conseguirlo. Mi indiferencia ante los señores de Volterra era tan sumamente aburrida que decidí alejar ese tema de nuestra 'conversación'.

Vacilé unos instantes, pero luego decidí hacerle una pregunta algo curiosa.

-¿Nunca has deseado ser vampiro, después de conocer nuestra existencia? -aunque pareciera extraño, nunca en mi vida me la había planteado a mí misma. ¿Hubiera aceptado si, en vez de transformarme, hubieran pedido permiso? Probablemente no.

Pude darme cierta idea con el comentario de lo que harían y no harían conmigo los Vulturi´s si se enteraban del simple hecho de que habría visto un vampiro, pero no alcancé a indagar demasiado sobre el tema porque Thais terminó cambiando el tema. Al parecer a ningún vampiro que conocía le agradan los tan difamados vampiros...

Su pregunta me tomó un tanto por sorpresa. Por lo general todos los vampiros daban por entendido que era algo muy negativo el ser lo que eran...y yo no les hacía caso alguno. Lo había pedido tantas veces, sin éxito alguno, que ya se estaba tornando algo tedioso y cuando todos mis amigos desaparecieron de Forks, terminé por perder las esperanzas.

-Lo he deseado centenares de veces, pero nunca me lo han permitido. -dije después de una pausa mientras reflexionaba todo. -¿Porqué lo preguntas?

Era obvio, no habían demasiados vampiros dispuestos a convertir a alguien así porque sí. Me encogí de hombros ante su cuestión.

-Curiosidad -y no era más que eso-. Conozco a muy pocos humanos que conocen nuestra existencia. A decir verdad, tú eres la segunda que lo sabe. El otro sé que quiere serlo, porque se enamoró de una de los nuestros, así que solo sentía curiosidad por lo que querías tú -expliqué con naturalidad, como quien habla del tiempo.

Pero todavía sus palabras rondaban mi mente, la que las analizó velozmente encontrando algo interesante en ellas, algo en lo que no había caído hasta entonces.

-¿A quienes te refieres con "nunca me lo han permitido"?

Me sorprendió un poco la noticia de que era la segunda humana que conocía su existencia, aunque si lo pensaba correctamente podía descubrir que yo a duras penas había conocido a uno o dos humanos con conocimientos sobre los vampiros. Era aun menos normal de lo que me había creído.

-Los fenómenos no abundamos... -murmuré en voz baja más para mí misma que para mi interlocutora. Casi al instante Thais formuló otra de sus preguntas, pero su respuesta esta vez era mucho más sencilla.

-Mis amigos vampiros. En especial cierta amiga. -le expliqué, y era la pura verdad. Aunque no me gustara la idea, todos se ponían muy malhumorados apenas yo mencionaba el hecho de que quería ser transformada. Una vez que había logrado que aceptaran transformarme porque estaba demasiado enferma, mi salud mejora de la nada. Desastroso.